Ser mujer u hombre –lo que llamamos en ciencia el sexo biológico– es de una importancia clave en Medicina. No podemos obviar que la morbilidad y prevalencia de la enfermedad, los factores de riesgo, la edad de inicio, y los cuadros clínicos a menudo difieren entre mujeres y hombres.
El sexo se refiere a características biológicas y genéticas. El género incluye roles y relaciones vinculadas con reglas socioculturales.
Asociación del sexo y el género con la salud
Ser hombre o ser mujer marca la diferencia, no solo desde una visión social, económica y cultural, sino también desde una perspectiva sanitaria. Investigaciones recientes han demostrado la asociación del sexo y el género con la salud.
Hasta hace muy poco, la medicina se ha caracterizado por una fuerte connotación androcéntrica, y durante mucho tiempo se han realizado ensayos clínicos principalmente en pacientes masculinos. Generando, en consecuencia, resultados que simplemente fueron extrapolados a las mujeres.
Para hacerse una idea, las mujeres fueron sólo un tercio de los pacientes incluidos en los ensayos clínicos realizados entre 2002 y 2007 para evaluar terapias cardiovasculares. Desde entonces, el número de mujeres reclutadas no ha cambiado sustancialmente con el paso del tiempo.
La medicina personalizada y la medicina genómica que considera la asociación de sexo y género con cada elemento del proceso de enfermedad, constituyen un paradigma joven de la práctica clínica. Hace sólo una década, en 2010, la prestigiosa revista científica Nature publicó una editorial con el título “Poner el género en la agenda”. Una frase que resume viejos y nuevos problemas. Los editores de Nature concluyeron que “la medicina, tal como se aplica actualmente a las mujeres, se basa menos en pruebas que la que se aplica a los hombres”.
«Ser hombre o ser mujer” desde el punto de vista sanitario
Hoy sabemos que los biomarcadores de enfermedad y pronóstico podrían ser diferentes entre hombres y mujeres, y deberían utilizarse de forma selectiva según sexo y género.
En este escenario, las ciencias ómicas se han convertido en una herramienta poderosa para identificar marcadores de enfermedad específicos para cada sexo. Incluyen beneficios potenciales en términos de salud, bienestar social y psicológico para cada individuo, así como rentabilidad y mayor eficiencia para los sistemas de salud.
Las características que subyacen al sexo y al género involucran factores tanto internos como exógenos que cambian a lo largo del curso de la vida. El sexo biológico y el género sociocultural representan una fuente importante de diversidad entre los pacientes, se pueden observar diferencias de sexo y género en áreas clave como:
- La genética y la genómica
- El entorno hormonal
- La función inmunológica
- El proceso de envejecimiento neurocognitivo
- La salud cardiovascular
- La respuesta terapéutica
- La propia interacción individual con los sistemas de salud
Sin duda, “ser hombre o ser mujer” es clave desde el punto de vista sanitario. Ya no es posible evitar el “enfoque de sexo biológico y de género” al abordar los problemas de nuestros pacientes.
Medicina personalizada y medicina genómica
La investigación en medicina debe orientarse hacia un modelo que comprenda cómo el sexo y el género influyen en la salud a lo largo de toda la vida.
Priorizar el papel del sexo y el género en la investigación biomédica, la innovación y la práctica clínica es crucial. Sobre todo, en términos de prevención eficiente, identificación de signos clínicos, definición del pronóstico y optimización de la terapia.
Tenemos que enfrentar la evidencia de que los factores biológicos, genéticos, genómicos, culturales y ambientales interactúan mutuamente para definir las diferencias de sexo. Al mismo tiempo, ayudan a establecer posibles disparidades de género.
Por ello, la medicina personalizada y la medicina genómica, desde la perspectiva del sexo y del género, son un paso inevitable e imprescindible de la atención centrada en el paciente, y un desarrollo esencial para lograr la atención sanitaria que requiere el siglo XXI.